La realización humana se desarrolla de forma activa gracias al conocimiento existencial que empieza a descubrirse, y que nos lleva a revelar que el gran florecer de la humanidad es amar y que el grado de alcance de ese amor se revela en la fuerza de intención y deseo de iluminar nuestro mundo.
Esta realización se integra con la función particular que nosotros venimos a desarrollar en nuestro mundo, algo que podemos llamar el propósito o la misión particular que nos determina, y que se revela en un talento, acción o realización concreta que podemos realizar en nuestro mundo generando una expansión luminosa y consciente de nuestra naturaleza.
Cuando esta función es iluminada por la conciencia del amor incondicional a la vida se convierte en la acción correcta que nos lleva a florecer en nuestra mayor potencialidad y humanidad.
La función primordial que venimos a desempeñar, es algo muy concreto, que se visibiliza cuando experimentamos desde nuestra autenticidad los deseos, anhelos, talentos y cualidades que nos constituyen.
En el mundo en el que vivimos, muchas veces por la necesidad o la presión familiar o social, esas condiciones y cualidades innatas, en la mayoría de nosotros se deja de lado, quedando ocultas.
Si empezamos el sendero de conocernos podremos adquirir la fuerza y la claridad que nos harán entender nuestra función y darle su papel protagónico en nuestra cotidianidad.
Gracias al desarrollo de la conciencia, podremos asumir el regalo de ser auténticos, y experimentar la integración de todas nuestras cualidades.
La misión general que todos tenemos que llevar a cabo, es la realización consciente del amor incondicional a la vida, y la misión particular es la función específica que venimos a desempeñar para extender esa luz a través de nuestras cualidades únicas.